HIPOFERTILIDAD Y LACTANCIA MATERNA
Según un estudio epidemiológico de la unidad de toxicología y
farmacología aplicada de la Universidad Católica de Lovaina (UCL), encabezados
por el Dr. Alfred Bernard, el no amamantamiento de los bebés, puede reducir en 20%
a 25% la fertilidad masculina. El riesgo de hipofertilidad en los niños
alimentados sólo con leche de vaca o de leches en polvo maternizadas, se
multiplica por tres.
Estos
trabajos fueron publicados en línea el 8 de julio del 2013 en JAMA Pediatrics,
y se llevaron a cabo como parte de un estudio epidemiológico más largo,
dirigido a evaluar el impacto del medio ambiente y el modo de vida sobre la
salud de adolescentes.
El
estudio se llevó a cabo en 800
adolescentes reclutados de escuelas secundarias de la Walonía (Región de habla
francesa de Bélgica) con una edad media de 15 años, delos cuales 361 hombres, fueron
objeto del presente sub-estudio. Se utilizó una amplia batería de tests y
biomarcadores medidos en la orina, sangre y el aire expirado, para investigar
los efectos sobre los principales órganos sensibles a la polución ambiental, como
el sistema reproductor masculino. Para apreciar la función testicular, se
midió, entre otras cosas, la inhibina B, una hormona cuya concentración en la
sangre refleja el número de células de Sertoli, cuyo número determina el tamaño
de los testículos y por ende la producción de esperma a la edad adulta. Para
dar robustez a las observaciones, los autores utilizaron dos métodos
inmunológicos diferentes para medir la inhibina B.
Los
investigadores descubrieron que la lactancia materna está asociada con un
incremento significativo de la inhibina B, y que la magnitud de este incremento
está estrechamente correlacionada con el número de meses de lactancia. En
promedio, los niños que no fueron amamantados, tuvieron un 20 a 25% menos de
inhibina B que aquellos que lactaron más de 4 meses. Para los niños alimentados
exclusivamente con leche de vaca o maternizada, el riesgo de hipofertilidad se
multiplicó por tres.
Es
sorprendente constatar que esta reducción de 20 a 25%, corresponda precisamente
a la proporción de células de Sertoli que se forman durante los seis primeros meses de
vida; el resto se forma durante la vida fetal y el comienzo de la pubertad.
Este
estudio sugiere que la lactancia materna es crucial para la formación del
testículo en el período neonatal. Lo que se ignora hasta el momento es si esta
disminución constatada en los bebés alimentados con leche de vaca o
maternizadas, esté ligada a la calidad de la leche materna o a perturbadores
endócrinos provenientes del biberón o presentes en la leche de vaca. Los autores han creído conveniente hacer esta
observación aun si la disminución observada no es necesariamente de origen tóxico.
Si podría
deberse al biberón, la principal sustancia sospechosa sería el bisfenol A, pero
lamentablemente en este estudio no se pudo evaluar la exposición a este
perturbador endocrino durante la lactancia.
En
cuanto a la leche de vaca, precisamente por ser la vaca un animal herbívoro, su
leche contiene concentraciones elevadas de fitoestrógenos que podría jugar un
rol. Por el contrario, comparada con la leche materna, la leche de vaca
contiene diez veces más perturbadores orgánicos como las dioxinas. Últimos
estudios han descartado que los pesticidas organoclorados tengan influencia en
la disminución de la fertilidad.
Desde
hace mucho tiempo sabemos los múltiples efectos benéficos de la lactancia
materna; pero de manera sorprendente, hasta la fecha no se había realizado
ningún estudio que relacione la relación entre lactancia artificial o materna en
el desarrollo de la función testicular, la cual conocemos es muy vulnerable a
las perturbaciones hormonales. Es verdad que son datos epidemiológicos que no
constituyen una prueba absoluta, sin embargo los hallazgos del presente estudio
nos parecen suficientemente sólidas tomar precauciones sobre la lactancia
artificial. Estamos acá ante la presencia de un fenómeno irreversible, ya que
las células de Sertoli cesan definitivamente de multiplicarse hacia los 12 o 13
años. Ello significa que la disminución observada en los adolescentes que no
fueron amamantados en este estudio, es predictivo de una menor fertilidad a la
edad adulta. Lo que es poco tranquilizante es constatar que en la muestra de
este estudio, sólo la tercera parte de adolescentes fueron amamantados por más
de 4 meses. Ello amerita una reflexión, ya que son conocidas las numerosas
complicaciones de un amamantamiento
insuficiente.
En
conclusión, este estudio agrega una razón más para seguir promoviendo la
lactancia materna en forma exclusiva hasta los seis meses y de allí continuar
con la alimentación leche materna más alimentación complementaria balanceada
hasta por lo menos un años, según lo recomienda la Academia Americana de
Pediatría.