LA DEVOCION A LOS SANTOS Y A LAS
IMAGENES
Por Wilfredo Gutiérrez. 27-5-2014
¿Es
posible que un músico de la calle, que no tiene mucho éxito en recaudar
propinas, si un día se pone a tocar teniendo delante la estatua de un santo
devoto del país y otra de un santo devoto del pueblo, aumente sus ganancias?. ¿O
si un mendigo que no recibe muchas limosnas se disfraza de San Francisco de
Asís melindroso, recabe más dinero?. ¿O si una empresaria, que es ferviente
devota de una imagen de la virgen de Chapi y le pide mejore su negocio,
realmente tendrá más ganancias?
Es
posible que sí y es posible que no. Lo que he querido resaltar con estos estos
ejemplos, es a los extremos de utilización de los santos y las imágenes de Dios
o de la Virgen al que podemos llegar, usándolos a nuestro antojo para nuestros
intereses particulares.
La Iglesia
nos enseña que: “La intercesión de los santos, por el hecho de que están más
íntimamente unidos con Cristo, consolidan más firmemente a toda la Iglesia en
la santidad...no dejan de interceder por nosotros ante el Padre. Presentan por
medio del único Mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, los méritos
que adquirieron en la tierra... Su solicitud fraterna ayuda, pues, mucho a
nuestra debilidad" (Catecismo de la Iglesia Nº 956).
En cuanto a la devoción a
las imágenes de Dios, la Virgen María o los santos, la Iglesia dice que “las
Imágenes Sagradas son un estímulo para la fe. Veneramos en la imagen a quien
representa no al objeto mismo o representación”. Así como la imagen fotográfica
de nuestros seres queridos que ya no están, nos recuerdan a la persona que fue
y sus buenos actos y a nadie se le ocurre pensar que esa foto en si es nuestro
ser amado; igual ocurre con las Imágenes Sagradas, ellas no son “dioses en si”
u objetos mágicos que obran milagros, sino que ayudan a nuestra mente a
dirigirnos a Dios a través de la oración.
La verdadera devoción a
los santos debe basarse en que nosotros conozcamos su vida piadosa y de
servicio a Dios y a los más necesitados y tratemos de imitarla. Ellos deben ser
modelos y ejemplos de vida a seguir. San Pablo nos dice: «Para mí la vida es
Cristo, y la muerte es una ganancia... Hermanos, sigan mi ejemplo y fíjense
también en los que viven según el ejemplo que nosotros les hemos dado a
ustedes» (Fil. 1, 21 y 3, 17); «Sigan ustedes mi ejemplo como yo sigo el
ejemplo de Cristo Jesús» (1 Tim. 1, 16).
No está mal que en
nuestras oraciones pidamos a tal o cual santo de nuestra devoción o la Virgen María que interceda a Dios por notros.
Tampoco está mal que recemos ante una imagen o representación conocida de Dios
o de la Virgen, pero teniendo en mente que al final estamos pidiendo o
rindiendo culto a un UNICO DIOS y a una
UNICA VIRGEN. Lo que debemos tener presente es que los santos no son semidioses “que
hacen milagros” por si mismos, sino es DIOS quien obra a través de ellos. La santidad
de tal o cual persona nunca puede oscurecer el seguimiento de Cristo, sino al contrario,
la verdadera santidad de los santos siempre debe animarnos hacia una mayor
búsqueda de Dios.
Lo que oscurece nuestra
devoción a los santos y las imágenes que nos hacemos de Dios y la Virgen es que
pensemos que ellos son dioses en sí y que le rindamos culto como tales. Allí si
estamos cayendo en lo que se llama “idolatría”, es decir adorar indebidamente a
ídolos o falsos dioses y estaríamos
faltando a las enseñanzas de Cristo que dijo: “Adorarás sólo al Señor tu Dios y
a Él solo servirás” (Mateo
4:10).
Es penoso ver cómo pueblos y fieles se disputan diferentes
imágenes de Dios, la Virgen o algún santo, por su mayor o menor poder “milagrero”:
Que el Señor de Luren, no que el Señor de los Milagros, no que el Señor Cautivo
de Ayabaca, no que el Señor de Muruhuay, no que la Virgen de Chapi, no que la
Virgen de Fátima, no que Máría Auxiliadora, no que San Martín de Porres, no que
Santa Rita de Casia, no que Santa Rosa de Lima, etc.
Es más penoso aun ver cómo en diferentes pueblos y “hermandades”
se usan imágenes sagradas como un pretexto para divertirse, tomar y
emborracharse. Son conocidas las famosas “fiestas patronales” donde los “mayordomos”
que agarran el cargo, tienen que ahorrar por todo un año lo poco que tienen o
sacrificar sus animales para hacer la fiesta del santo patrón y dar de comer y
beber trago a todo el pueblo, sacrificando la salud y el bienestar de sus
propias familias.
Son conocidos también los santos para cada una de nuestras necesidades,
como San Judas Tadeo, San Expedito y San Pancracio, que son los santos de las
causas imposibles: "San Expedito, San Expedito, dame lo que
necesito" o "Confío en ti, San Expedito, que cubras con tu mano
bienhechora todo lo que necesito". Santa Rita de Casia entre varis de sus “especialidades” es patrona de los
problemas maritales, San Asovino es protector de las cosechas, San Fancisco de
Asis, es protector de los animales, etc, etc.
En resumen, los católicos
no debemos adorar a los santos o la Virgen Mária, sino solo venerarlos y
tomarlos como ejemplos de vida cristiana. Las representaciones que tenemos de
Dios y la Virgen son sólo eso, imágenes que ayudan a nuestra mente a pensar en
Dios y su Madre. Los santos y las imágenes no obran milagros sino DIOS.
Por ello, si oramos es
mejor dirigirnos directamente a Dios y
no buscar intermediarios, pues Jesucristo es el único
Mediador entre Dios y los hombres: «Hay un solo Dios, y un solo Mediador entre
Dios y los hombres, Cristo Jesús» (1 Tim. 2, 5; Hebr. 8, 6 y 9, 11-14). Dios no es un presidente, o un rey o un funcionario de alto nivel que
necesita “lobistas” o “recomendaciones” de otros para escucharnos o atender
nuestras peticiones y súplicas.