HOMENAJE A UN INMIGRANTE ILUSTRE: EL CASO DEL
EX-PRESIDENTE ALEJANDRO TOLEDO DE PERU
Por Wilfredo Gutiérrez P. (USA, mayo del 2007)
Érase un niño que nació en un hogar humilde de las serranías peruanas a mediados de la década de los 40 del siglo pasado. De párvulo pasó frío, hambre, enfermedad y muchas privaciones; pero no le faltó el amor y el calor de un hogar bien constituido de padres responsables y amorosos.
Cuentan que un día, pasteando ovejas en la pastura de ichu de las punas de su pueblo natal, tuvo una visión: “algún día tengo que salir de la pobreza”, se dijo. Entonces tenía alrededor de 5 años.
De seguro que ese amor de hogar y esa visión de futuro,
fueron gravitantes para que en aquellas épocas tempranas de su vida,
ni el frío, ni el hambre, ni la enfermedad, ni las privaciones pudieron doblegarlo, como a sus nueve hermanos que murieron a edad prematura.
Partió luego con su familia a la costa y pasó su adolescencia en un barrio tugurizado de Chimbote. Aquí tuvo que enfrentar el primer choque cultural de su vida, que probablemente fue lacerante y desgarrador, pero a la vez retador.
Estudió en una escuela pública y trabajó como lustrabotas y canillita para sostenerse al interior de una familia muy numerosa. “Tengo que salir de la pobreza”, se seguía diciendo; éste era su ideal y su paradigma de vida.
Cuentan que un día, mientras lustraba y a la vez practicaba su inglés incipiente con un cliente americano, éste, sorprendido por los deseos de superación del muchacho, le dejó su tarjeta. “Esta es mi gran oportunidad para salir de la pobreza se dijo” y desde entonces soñaba con estudiar en los Estados Unidos. Entonces se puso a trabajar diligentemente en su proyecto y no desperdició aquella oportunidad. Continuó estudiando y trabajando duro, pero también continuó el contacto con esta familia americana y los trámites para conseguir una beca de estudios en USA.
Ni la hostilidad de la calle, ni la fatiga de trabajar
y estudiar hasta 12 horas al día, ni el acecho de las drogas y
la delincuencia, pudieron hacer retroceder de su objetivo a este
adolescente con una resiliencia a prueba de balas.
A mitad de la década de los 60, en plena efervescencia del pensamiento socialista en el Perú y en plena rebelión juvenil contra el status quo en el mundo occidental, le llegó la tan ansiada beca para estudiar en una universidad estadounidense. Partió a realizar “el sueño americano” como tantos jóvenes, con mucha ilusión, pero a la vez con mucha tristeza de dejar a sus seres queridos; con mucha esperanza, pero a la vez con temor de enfrentar a una sociedad desconocida. Este fue el segundo choque cultural de su vida, lacerante y desgarrador, pero a la vez desafiante y retador.
Fue acogido en esta familia americana amiga, pero tuvo que seguir trabajando a la vez que estudiaba. Terminó la carrera de economía y dos maestrías en una prestigiosa universidad estadounidense y luego obtuvo un doctorado en Economía de Recursos Humanos en otra reconocida universidad americana. Luego fue funcionario de diversos organismos internacionales como el Banco Mundial y la propia Organización de Naciones Unidas (ONU).
Ni el desarraigo cultural, ni la exigencia de los estudios,
ni la marginación existente, ni la alta competitividad, ni los
placeres de la sociedad de consumo, ni la añoranza
a la tierra natal; pudieron, desanimar a este valeroso
y “terco cholo” (como el mismo se llama),
de realizar su sueño de niño.
Cuentan que un día de sol radiante en una playa americana, al lado de su pequeña hija y su bella esposa judío-belga, se dio cuenta que ya había salido de la pobreza y había realizado su primer sueño de niño. Cuentan también que allí tuvo un segundo sueño: “ahora me toca contribuir con mi país para salir de la pobreza”, se dijo. Con esta nueva visión, se puso a trabajar inmediatamente y contactó a varios connacionales exitosos en USA y en Perú/ En 1994 fundó su partido País Posible, con el que (en alianza con el CODE) se presentó a las elecciones de 1995, quedando en cuarto lugar.
Después del desastre económico y social de la década de los 80, con el fenómeno terrorista en aumento, una hiperinflación galopante y constantes conflictos en la frontera norte; en el lustro del 95 al 2000 el Perú entra en una relativa calma y paz social, al estabilizarse la economía, haberse derrocado al terrorismo y firmado la paz definitiva con Ecuador. Pero ello no duró mucho, pues a partir del 97 el país entra en una profunda recesión económica, con una creciente corrupción en las esferas del poder y una casi total cooptación de la prensa en base a prebendas económicas, que a finales del siglo 20 hacía insostenible la gobernabilidad del país. El descontento popular fue incrementándose y se agravó aun más con la tercera reelección inconstitucional y fraudulenta del gobernante de entonces. Es aquí donde ese personaje de las alturas de Cabana, de figura frágil, rasgos incaicos, de baja estatura, voz ronca y verbo contundente, surge nuevamente en la escena política del país, encabezando un amplio movimiento de protesta contra el régimen dictatorial y corrupto. El 28 de julio del 2000 convoca la marcha de los cuatro suyos y es así que este cholo terco (arriesgando su vida y el de su familia) lidera un gran movimiento social de todas las sangres, que finalmente provoca la caída del dictador y su camarilla, quién el 20 de noviembre del 2005 huye del país al Japón renunciando a la Presidencia por fax.
Después de un gobierno de transición de 8 meses, el 3 de junio del 2001, “este cholo de acero inoxidable” es declarado ganador en segunda vuelta en elecciones limpias y democráticas y ungido como Presidente de la República del Perú el 28 de julio del mismo año, entre vítores y regocijo de los sectores medios, populares y campesinos que veían en él el retorno de Pachacútec, en alusión al inca que hizo florecer al Imperio Incaico. Era el primer gobernante de humildes raíces andinas elegido democráticamente en el Perú y se llamaba Alejandro Toledo Manrique.
Ni i las amenazas de muerte, ni el fraude electoral, ni las calumnias y
difamaciones, ni la extorsión, ni la guerra sucia; arredraron
a este ilustre inmigrante, forjado en el Perú profundo, de dar
este primer paso gigante para realizar su segundo sueño:
“ ayudar a mi país a salir de la pobreza”.
En la cúspide del poder, ahora tenía la gran responsabilidad de conducir los destinos de un país sumido en la más profunda recesión económica, con una corrupción sin precedentes y con grandes expectativas sociales. Era el desafío más grande a acometer en sus 54 años de vida y no era una tarea fácil (él lo sabía), sobre todo por el tremendo poder económico de la gente encaramada en el poder que derrotó: no le perdonarían jamás semejante atrevimiento. Y así fue.
Desde el segundo día de su gobierno empezaron a cuestionar su gabinete, su entorno familiar, su salario como presidente, sus debilidades personales, su origen andino, su lenguaje campechano, sus viajes al exterior, etc, etc. Nunca como con este gobierno, la prensa y la oposición hicieron tanto escarnio y escándalo por problemas y errores usuales a cualquier gobernante, y de cada caso se hizo una novela. Poco a poco los medios de comunicación fueron creando un tal clima de rechazo, irrespeto y odio hacia la figura presidencial, que hasta los propios miembros de su gabinete (conformado en su gran mayoría por independientes) y buena parte de congresistas de su partido, tenían temor y hasta vergüenza de defender al Presidente y los logros de su gobierno. Hablar bien de Toledo para un intelectual, era devaluarse o desprestigiarse y para la prensa significaba bajar en el rating. Se llegó a tal encono y mezquindad en las críticas, que aun programas sociales que iban en directo beneficio de los sectores pobres como la electrificación y saneamiento rural, los subsidios condicionados para familias en extrema pobreza (Programa JUNTOS), las viviendas populares, el Seguro Integral de Salud, el equipamiento de los Comedores Populares o el Programa a trabajar Urbano (empleo temporal para familias pobres), fueron duramente cuestionados.
A medida que pasaba el tiempo y la popularidad del Presidente caía, se fueron alejando sus más cercanos colaboradores y algo más del 20% de sus congresistas, pues no querían “contaminarse” del desprestigio presidencial. Fueron ellos los que más tarde se unieron en la comparsa de desestabilización del gobierno y del pedido de la vacancia presidencial. Estimo que un 40% de la impopularidad del gobierno de Toledo se debió a la campaña de demolición orquestada por la prensa (algunos de ellos auspiciados por los grupos mafiosos del gobierno anterior), un 20% por ser un “cholo exitoso” (como resultado del racismo soterrado existente en el país) y un 20% por los errores de su gobierno.
Pero ni el dinero de la corrupción, ni los ataques arteros a su intimidad
familiar, ni la oposición del congreso, ni los paros ni marchas
callejeras, ni los intentos de golpe de estado, ni los pedidos
de vacancia presidencial; pudieron derrotar a este paladín
de la democracia y de la libertad de expresión.
Siguió gobernando contra viento y marea, con un respeto irrestricto de la libertad de expresión, de los derechos humanos y de la independencia de poderes, hasta el punto de permitir que apresaran a su más cercano asesor y a una hermana carnal. Fue el primer gobernante que dio oportunidad de participar en las decisiones de gobierno a los mejores técnicos del país sin importar su color político, aun a costa de las críticas de su propio partido. Su norte fue siempre: “ayudar a mi país a salir de la pobreza”.
Al final de su mandato y ya con las aguas más calmadas, podemos decir que desbrozó el camino para hacer un Perú viable. Al final de su gobierno se redujo la pobreza en 4 puntos y la extrema pobreza en 6 puntos, nos dejó un país con un crecimiento económico sostenido cercano al 6% anual (que no se veía hace más de medio siglo), reservas internacionales y exportaciones duplicadas en 15 y 16 mil millones de dólares respectivamente y un déficit fiscal de sólo el 0.6% (todo un récord histórico). Deja un país con grandes proyectos en marcha como la minera Las Bambas (60 años postergado), los fosfatos de Bayovar (90 años postergado), la irrigación de Chavinmochic (20 años de espera), el gas de Camisea (20 años en espera), la carretera interoceánica, entre otros. Deja también concluida y aprobada por el congreso el Tratado de Libre Comercio con USA y el Acuerdo Nacional, que son políticas de Estado a largo plazo, antes jamás emprendidas.
En sus 5 años de gobierno y a pesar del gran ‘ruido político”, cumplió con su promesa de duplicar el sueldo de los maestros (de $ 185 a $ 370 mensual) y un 60% de incremento para el resto de la burocracia; casi triplicó el sueldo de los Magistrados del Poder Judicial con la esperanza de que agilicen la administración de justicia; cumplió con crear la Comisión de la Verdad y resarcir a un buen número de los afectados por el terrorismo; cumplió con dar inicio a la descentralización del país con la elección democrática de 25 Presidentes Regionales y dar las transferencias presupuestales respectivas. Fue el primer gobierno democrático en la historia del país que propició el enjuiciamiento y encarcelamiento de altos personajes corruptos de la esfera del poder, entre ministros, generales, periodistas, empresarios y jueces, y en persistir en la extradición de Fujimori; también fue el primero en reponer a cerca de 10,000 trabajadores despedidos injustamente por el gobierno anterior; el primero en propiciar un ambiente de inversión favorable para que se creen alrededor de un millón y medio de puestos de trabajo; el primero en poner en la agenda de gobierno la preocupación por los grupos étnicos; y el primero (con gran apoyo de su esposa) en difundir ampliamente el potencial turístico y posibilidades de inversión en el país. Gracias también al terco esfuerzo de su esposa Elianne Karp (acremente criticada por no ser solo una figura decorativa presidencial para tomar te con las esposas de embajadores), se revaloró a los grupos étnicos indios y afro peruanos, fundando una institución que los defienda y una universidad donde puedan estudiar sus hijos.
En resumen, Alejandro Toledo, un inmigrante exitoso que, gracias a la oportunidad de formación que le brindó este generoso país, volvió a la tierra que lo vio nacer a servirla. Auque fue acremente criticado e injustamente odiado y vilipendiado hasta extremos increíbles; sin rencores ni revanchas, sin arrogancia ni triunfalismos, con pausa pero sin tregua; supo construir sobre lo que su antecesor hizo bien en materia económica y nos deja un país viable, con la inflación más baja de su historia y listo para despegar dentro del modelo capitalista liberal. Se imaginan cuanto más se hubiera podido hacer por el bienestar del país si todos hubiéramos puesto el hombro?.
Tengo fe en que llegarán tiempos frescos, en que aprendiendo de nuestros errores, nuevas generaciones verán con la mayor naturalidad gobernar el Perú a Mamanis, Quispes, Mallmas, Guadalupes o Chambiras y no los maltratarán ni odiarán tanto como lo hicieron con Toledo. Entonces creeremos en nosotros mismos, en nuestras grandes potencialidades de mestizos de todas las sangres y ese día como país, habremos salido de la pobreza no sólo material sino también espiritual.
Estoy seguro que algún día, más temprano que tarde, la historia sabrá reconocer y agradecer sin mezquindades el esfuerzo y sacrificio que este ilustre peruano universal, que junto a su inteligente esposa y al equipo de hombres y mujeres que lo acompañaron hasta el final, contribuyeron a sacar de la pobreza a este país en circunstancias tan adversas. Al final terminó su gobierno con un índice de popularidad del 33% y con la hidalguía y grandeza de los grandes estadistas, en su último discurso dijo de su sucesor, el actual Presidente Alan García:
“Que no se descargue contra él ni la ira ni la envidia,
ni el grito fácil, ni la campaña desbocada ni
la oposición destructiva ni la falsedad,
no hagan con él lo que hicieron conmigo”.
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