Manicomio
Tiempos del miedo. Vive el mundo en estado de
terror, y el terror se disfraza: dice ser obra de Saddam Hussein, un actor ya
cansado de tanto trabajar de enemigo, o de Osama Bin Laden, asustador
profesional.
Pero el verdadero autor del pánico planetario
se llama Mercado. Este señor no tiene nada que ver con el entrañable lugar del
barrio donde uno acude en busca de frutas y verduras. Es un todopoderoso
terrorista sin rostro, que está en todas partes, como Dios, y cree ser, como
Dios, eterno. Sus numerosos intérpretes anuncian: "El Mercado está
nervioso", y advierten: "No hay que irritar al Mercado".
Su frondoso prontuario criminal lo hace
temible. Se ha pasado la vida robando comida, asesinando empleos, secuestrando
países y fabricando guerras.
Para vender sus guerras, el Mercado siembra
miedo. Y el miedo crea clima. La televisión se ocupa de que las torres de Nueva
York vuelvan a derrumbarse todos los días. ¿Qué quedó del pánico al ántrax? No
sólo una investigación oficial, que poco o nada averiguó sobre aquellas cartas
mortales: también quedó un espectacular aumento del presupuesto militar de
Estados Unidos. Y la millonada que ese país destina a la industria de la muerte
no es moco de pavo. Apenas un mes y medio de esos gastos bastaría para acabar
con la miseria en el mundo, si no mienten los numeritos de Naciones Unidas.
Cada vez que el Mercado da la orden, la luz
roja de la alarma parpadea en el peligrosímetro, la máquina que convierte toda
sospecha en evidencia. Las guerras preventivas matan por las dudas, no por las
pruebas. Ahora le toca a Irak. Otra vez ese castigado país ha sido condenado.
Los muertos sabrán comprender: Irak contiene la segunda reserva mundial de
petróleo, que es justo lo que el Mercado anda precisando para asegurar
combustible al despilfarro de la sociedad de consumo.
Espejo, espejito: ¿quién es el más temido?
Las potencias imperiales monopolizan, por derecho natural, las armas de
destrucción masiva.
En tiempos de la conquista de América,
mientras nacía eso que ahora llaman Mercado global, la viruela y la gripe
mataron muchos más indígenas que la espada y el arcabuz. La exitosa invasión
europea tuvo mucho que agradecer a las bacterias y los virus. Siglos después,
esos aliados providenciales se convirtieron en armas de guerra, en manos de las
grandes potencias. Un puñado de países monopoliza los arsenales biológicos.
Hace un par de décadas, Estados Unidos permitió que Saddam Hussein lanzara
bombas de epidemias contra los kurdos, cuando él era un mimado de Occidente y
los kurdos tenían mala prensa, pero esas
armas bacteriológicas habían sido hechas con cepas compradas a una empresa de
Rockville, en Maryland.
En materia militar, como en todo lo demás, el
Mercado predica la libertad, pero la competencia no le gusta ni un poquito. La
oferta se concentra en manos de pocos, en nombre de la seguridad universal.
Saddam Hussein mete mucho miedo. Tiembla el mundo. Tremenda amenaza: Irak
podría volver a usar armas bacteriológicas y, mucho más grave todavía, alguna
vez podría llegar a tener armas nucleares. La humanidad no puede permitir ese
peligro, proclama el peligroso presidente del único país que ha usado armas
nucleares para asesinar población civil. ¿Habrá sido Irak quien exterminó a los
viejos, mujeres y niños de Hiroshima y Nagasaki?
Paisaje del nuevo milenio:
Gente que no sabe si mañana encontrará qué
comer, o si se quedará sin techo, o cómo hará para sobrevivir si se enferma o
sufre un accidente; gente que no sabe si mañana perderá el empleo, o si será
obligada a trabajar el doble a cambio de la mitad, o si su jubilación será
devorada por los lobos de la Bolsa o por los ratones de la inflación;
ciudadanos que no saben si mañana serán asaltados a la vuelta de la esquina, o
si les desvalijarán la casa, o si algún desesperado les meterá un cuchillo en
la barriga; campesinos que no saben si mañana tendrán tierra que trabajar y
pescadores que no saben si encontrarán ríos o mares no envenenados todavía;
personas y países que no saben cómo harán mañana para pagar sus deudas
multiplicadas por la usura.
¿Serán obras de Al Qaeda estos terrores
cotidianos?
La economía comete atentados que no salen en
los diarios: cada minuto mata de hambre a 12 niños. En la organización
terrorista del mundo, que el poder militar custodia, hay mil millones de
hambrientos crónicos y 600 millones de gordos.
Moneda fuerte, vida frágil: el Ecuador y El
Salvador han adoptado el dólar como moneda nacional, pero la población huye.
Nunca esos países habían producido tanta pobreza y tantos emigrantes. La venta
de carne humana al extranjero genera desarraigo, tristeza y divisas. Los
ecuatorianos obligados a buscar trabajo en otra parte han enviado a su país, en
2001, una cantidad de dinero que supera la suma de las exportaciones de banano,
camarón, atún, café y cacao.
También Uruguay y Argentina expulsan a sus
hijos jóvenes. Los emigrantes, nietos de inmigrantes, dejan a sus espaldas
familias destrozadas y memorias que duelen. "Doctor, me rompieron el
alma": ¿en qué hospital se cura eso? En Argentina, un concurso de
televisión ofrece, cada día, el premio más codiciado: un empleo. Las colas son
larguísimas. El programa elige los candidatos, y el público vota. Consigue
trabajo el que más lágrimas derrama y más lágrimas arranca. Sony Pictures está
vendiendo la exitosa fórmula en todo el mundo.
¿Qué empleo? El que venga. ¿Por cuánto? Por
lo que sea y como sea. La desesperación de los que buscan trabajo, y la
angustia de los que temen perderlo, obligan a aceptar lo inaceptable. En todo
el mundo se impone "el modelo Wal-Mart". La empresa número uno de
Estados Unidos prohíbe los sindicatos y estira los horarios sin pagar horas
extras. El Mercado exporta su lucrativo ejemplo. Cuanto más dolidos están los
países, más fácil resulta convertir el derecho laboral en papel mojado.
Y más fácil resulta, también,
sacrificar otros derechos. Los papás del caos venden el orden. La pobreza y la
desocupación multiplican la delincuencia, que difunde el pánico, y en ese caldo
de cultivo florece lo peor. Los militares argentinos, que mucho saben de
crímenes, están siendo invitados a combatir el crimen: que vengan a salvarnos
de la delincuencia, clama a gritos Carlos Menem, un funcionario del Mercado que
de delincuencia sabe mucho porque la ejerció como nadie cuando fue presidente.
Costos bajísimos, ganancias mil, controles
cero: un barco petrolero se parte por la mitad y la mortífera marea negra ataca
las costas de Galicia y más allá.
El negocio más rentable del mundo genera
fortunas y desastres "naturales". Los gases venenosos que el petróleo
echa al aire son la causa principal del agujero del ozono, que ya tiene el
tamaño de Estados Unidos, y de la locura del clima. En Etiopía y en otros
países africanos la sequía está condenando a millones de personas a la peor
hambruna de los últimos 20 años, mientras Alemania y otros países europeos
vienen de sufrir inundaciones que han sido la peor catástrofe del último medio
siglo.
Además, el petróleo genera guerras. Pobre
Irak.
EDUARGO GALEANO