martes, 4 de enero de 2011

MORTALIDAD MATERNA E INTERCULTURALIDAD

A PROPÓSITO DE UNA MUERTE MATERNA

Wilfredo Gutiérrez P.  MD  MPH    Junio del 2001


INTRODUCCION

Según las encuestas ENDES, en el año 1980, la mortalidad materna en el Peerú se situaba en 318/1000,000 y en el 2009, esta se situaba en 103/100,000 n.v, habiendo habido una reducción de 67.6% en 29 años de seguimiento. Sin embargo, estas cifras todavía son altas y estamos lejos de alcanzar el Objetivo del MIlenio que es reducir la mortalidad materna a 66/1000,000 n.v.  A pesar de que se ha avanzado en aumentar los servicios de salud, mejorando su equipamiento y personal y adecuándo la atención del parto a patrones culturales de la zona ( casas de espera, parto vercital, etc.); todavia persisten muchas barreras interculturales que vencer y este testimonio es una prueba de ello   
TESTIMONO DE LA OBSTETRIZ QUE ATENDIO EL CASO
CREDITO: PROMPERU

Este es el testimonio de una obstetriz de una ONG, que trabaja en un Proyecto de atención integral de la salud de la mujer en alianza con el sector salud, en algún lugar de nuestra serranía. Los hechos narrados son reales y ocurrieron en las fechas señaladas. Se han cambiado los nombres de los lugares y el de las personas que intervinieron en los mismos, para promover una discusión amplia, sin prejuicios ni sesgos de ningún tipo, incidiendo sobre todo en cómo abordar las barreras culturales en el trabajo en salud.

El Sr. Dionisio comunica al puesto de salud más cercano a su comunidad que su esposa está embarazada y sangrando y que requiere ayuda. La enfermera jefe delega a un técnico sanitario y la obstetriz de la ONG para esta misión. Después de cinco horas de viaje a caballo y a pie llegan a la cabaña y los hechos son narrados a partir de allí  por la obstetriz.

“Terminado el examen informé al  esposo, familiares y a la propia paciente sobre la gravedad de su estado y  que la señora debería ser  trasladada  de urgencia para ser atendida en un hospital, ya que en cualquier momento se presentaría de nuevo  la hemorragia y podría ser imparable, amenazando su vida. Se les explicó que la atención sería completamente gratuita y ya se tenía la ambulancia esperando en  Chacaruna, para  trasladarla al Hospital de La Minca. En aymara la señora expresa: "no señorita, cómo voy a ir a La Minca?, acá tengo mis  hijitos pequeños, mis alpaquitas y  vaquitas,  quién me los va a ver?, además qué gasto será eso!!", concluye. Le reiteramos que  ya existe el Seguro Materno Infantil y  que el hospital correrá con los gastos,  solamente tenía que  decidirse a ir... Sentí que no llegaba a convencer a la paciente porque quizá ella no era consciente de  la gravedad de su caso al sentirse  aparentemente bien.  Pedí a  su esposo para que hablara con ella y tratara de convencerla de la necesidad de evacuarla;  éste accedió y los dejamos solos para que tomaran una decisión conjunta. A los 15 minutos, sale don Dionisio  diciendo que su esposa no quería  ir al hospital, porque nunca había pisado un hospital y tenía miedo. Al oír esta respuesta, se cruzaron en mi sentimientos de  cólera y  rabia al comienzo, para poco a poco transformarse en impotencia y desesperanza...

Aún así retomé fuerzas y  nuevamente decidí insistir. En aymaraa y de manera detallada le expliqué a la señora Anatolia la gravedad de su caso, además  traté de convencerla diciendo que era importante salvar su vida para que sus hijos y ganado no quedaran en desamparo. Me contestó que no iría al hospital,  porque sus partos anteriores los atendió  su esposo y nadie mas podía atenderle, ni verla siquiera. Le expliqué que este  parto no será como  los anteriores  y ni yo que soy  profesional podría ayudarla en este caso, ya que necesita que le hagan una operación en el hospital para salvar la vida de ella y la de su hijo. Para qué le mencioné la palabra "operación", la asusté más y se puso más reacia a aceptar.

Transcurría el tiempo y se hacía tarde, por lo que pedí interceder al señor Teniente Gobernador para que con su autoridad persuadiera a la señora a aceptar el traslado. Este echó  mano a diferentes recursos y argumentos persuasivos, refiriéndole incluso que ya contaba con las personas que la llevarían hasta Chacaruna. La señora  preguntó cómo la llevaríamos. Le dijimos que  cargada en una frazada, con cuatro personas jalando de las puntas. "Así me van a llevar,  como si ya estuviera muerta?,  me pueden estar prediciendo mi muerte,  cómo me van a llevar así?,  qué me dirá la gente!,  no, no iré!!", respondió... No debo darme por vencida, me decía por dentro, tiene que haber alguna manera de convencer a esta madre. Es así que  una vez más insistí argumentándole que se va morir si se queda en su casa, que su vida pende de un pelo, por lo que  tiene que dejarse trasladar. A lo que ella replicó: "no me  importa que muera, de qué vale la vida si todo el tiempo aquí se sufre para vivir!". Al oír esto utilizo como último recurso a sus hijos, pensando tocarle la fibra del sentimiento materno: "si te mueres, qué va ha ser de tus hijos, en especial de este pequeñito que sólo tiene dos años?". Me responde: " su papá los verá pues, yo también perdí a mi mamá de muy niña y ni recuerdo cómo era. Mi papá me crió y así pasará con mis hijos, su padre los cuidará si me muero".

La situación se tornaba más tensa y desesperante... Entonces decidí esperar un momento, pensando  tal vez en calmar mi angustia y también dejar a la señora Anatolia un espacio de reflexión. El reloj marcaba ya las  5.00 p.m. y  empezaba a oscurecer. Al poco rato  llegaron sus otros hijos: el mayor de 11 años;  la  segunda de 9 años y  el tercero de  7 años, acompañados de su abuelo (el padre de Anatolia) que habían ido a pastorear su ganado. Ya afuera de la casa había un buen número de personas dispuestas  a ayudar en el traslado: estaba el Teniente,  su cuñado, el padre, el esposo, su hermano y sus hijos. Pensé que el padre de Anatolia podía convencerla y le expliqué en quechua detalladamente cual era su situación, mientras el resto escuchaba. El me dice que sólo debe ser el  CHOJRIWILA([1]), y que eso algunas embarazadas tienen en este lugar. Le explico que no es eso y que la señora necesita ser atendida en un hospital, para lo cual ya la ambulancia  está esperando por ella en Chacruna.  El padre se negó rotundamente, aduciendo que podría empeorar su  situación en el camino, ya que   Chacaruna está lejos, el trayecto  es  accidentado y  demoraríamos  por lo menos un día o más en llegar. Este argumento me preocupó, pues podría hacer desistir al esposo, con quién ya habíamos acordado que de todas maneras la llevábamos mañana temprano. Insistí que el caso de la señora Anatolia era grave y que podía morirse. Al oír esto la niña de 9 años rompió en lágrimas y la madre se molestó conmigo diciendo que estoy haciendo llorar a sus hijos. Me pidió que me callara y que  no dijera nada más.

Ante esta situación, salí de la cabaña. Afuera  el Teniente, con el grupo de voluntarios  me esperaba para ver qué decisión se tomaba. No me quedaba otra opción que decirles que esperáramos hasta   mañana, pues ya anochecía y el frío se hacía insoportable. "Mañana temprano tenemos que trasladarla aunque sea a la fuerza y Ud. Sr. Teniente, tiene que apoyarme", le dije. Nos despedimos y no me quedaba otra cosa que pasar la noche en la cabaña  teniendo a la paciente en observación. Me cobijé junto con el Técnico Sanitario en el suelo y  no podía ni dormir por el frío, pues estábamos  justo al lado de la abertura de puerta. Estuve toda la noche pendiente de  Anatolia y de que no vaya a empezar a sangrar, a pesar que  la  oscuridad de la noche era cerrada y yo tenia sólo una pequeña linterna. La paciente se levantó  tres veces a miccionar y cada vez  le preguntaba cómo estaba; en la oscuridad me contestaba  que bien y que  no  sentía sangrado. No contenta con ello, revisaba el recipiente de la orina a la luz de la linterna y me  cercioraba que no haya sangre. Felizmente  no presentó sangrado  durante la noche ni otra molestia adicional.

Por el frío, la preocupación y la incomodidad, prácticamente no pude dormir, y así casi en vela, escuché en canto del gallo y luego la entrada de los primeros rayos del sol. Era alrededor de las 5 a.m., nos levantamos con el sanitario y luego  tomamos junto con la familia  un matecito caliente para el frío. Nuevamente traté de convencer a la señora Anatolia para el traslado, diciéndole que pronto llegaría el señor Teniente con las personas que están dispuestas ayudar en el transporte. El padre, que estaba a un costado "chacchando"([2]) el primer bolo de coca combinado con su "toccra"([3]), nos dice que según  lo que había "leído en la coca"([4]) su hija iba a  mejorarse y  no necesita que la lleven al hospital. Ocurrió lo que me temía: el esposo, probablemente influenciado también por el respeto a la autoridad de su suegro empezó a desanimarse. "Ella dice que no quiere ir señorita, qué puedo yo hacer, así nomás estará aquí pues", acotó.

Cerca de las 6 de la mañana,  llegó el Teniente junto con las personas que  iban a ayudar en el traslado. Al menos este gesto era para mi gratificante, pues me preguntaba a qué hora habrá tenido que salir esta gente de sus cabañas (que están distantes unas de otras) para poder estar aquí a esta hora, preocupados y con toda la buena voluntad de colaborar en salvar dos vidas. Ni el pedido de estas personas, ni mis últimas súplicas y las del sanitario, pudieron convencer a la señora Anatolia. Su  padre y el esposo nos  dijeron: "como no quiere ir, que se quede aquí, si algo pasa nosotros  avisaremos..."

Me fui a un costado de la cabaña y sentada en una piedra me puse a ver el horizonte... Estaba impotente, muy triste y desolada... sentía una frustración inmensa... En ese instante me puse a reflexionar sobre mi vocación, la formación recibida en la universidad, los concejos de mis maestros  y maestras, los casos más difíciles a los que pude enfrentar con éxito....Esta vez qué pasó, por qué no pude convencer a esta señora?, me repetía una y otra vez. No se cuánto tiempo estuve allí, hasta que sentí una mano en el hombro, era el sanitario que me dice: "señora Nancy ya se hace tarde, qué vamos a hacer si no quiere ir". Me levanté..., tenía  los ojos llorosos y el rostro humedecido.

Ante esta fallida misión, la comisión regresa a Chacaruna y al día siguiente llega el esposo para comunicar que la señora Anatolia había fallecido.


[1] Nombre lugareño para  la amenaza de aborto
[2] "Chacchar": palabra quechua que significa masticar la coca
[3] Compuesto sólido de ceniza con cal que ayuda a soltar el alcaloide de la coca
[4] Método andino de predecir el futuro mediante la orientación de las hojas de coca secas extendidas en una mesa.

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