sábado, 19 de abril de 2014

HOMENAJE A MONSEÑOR OSCAR ROMERO

El Evangelio vivido en su esencia, siempre fue y seguirá siendo revolucionario y sublevante ante las injusticias sociales. Desde su primer mártir: Nuestro Señor Jesucristo y luego los primeros apóstoles, se han sucedido miles a lo largo de la historia. El Papa Juan Pablo II define al martirio como “perenne testimonio del amor a Cristo y a la Iglesia y como prueba elocuente de la verdad de la fe”. Monseñor Oscar Romero es uno más de ellos y su vida, sobre todo en los últimos 3 años da testimonio de ello. El mismo Papa en 1983, al pie de su tumba lo calificó como "celoso pastor que dio la vida por su pueblo".

En esta semana santa al (igual que Raul Bernal Mancilla), recuerdo a Monseñor Oscar Arnulfo Romero "la voz de los sin voz" quien pronunció una valiente homilía dirigida al Ejército y la Policía de El Salvador su País, para no acatar las ordenes de matar de sus superiores después es de una Misa de Domingo de Ramos en la Catedral de San Salvador; no se lo perdonaron y el 24 de marzo de 1980. Un póstumo homenaje con este bello poema:

SAN ROMERO DE AMÉRICA, PASTOR Y MÁRTIR NUESTRO

El ángel del Señor anunció en la víspera...
El corazón de El Salvador marcaba 24 de marzo y de agonía.
Tú ofrecías el Pan, el Cuerpo Vivo-el triturado cuerpo de tu Pueblo;
Su derramada Sangre victoriosa -¡la sangre campesina de tu Pueblo en masacre que ha de teñir en vinos de alegría la aurora conjurada!

El ángel del Señor anunció en la víspera, y el Verbo se hizo muerte, otra vez, en tu muerte; como se hace muerte, cada día, en la carne desnuda de tu Pueblo.

¡Y se hizo vida nueva en nuestra vieja Iglesia!

Estamos otra vez en pie de testimonio, ¡San Romero de América, pastor y mártir nuestro!
Romero de la paz casi imposible en esta tierra en guerra.
Romero en flor morada de la esperanza incólume de todo el Continente.
Romero de la Pascua latinoamericana.
Pobre pastor glorioso, asesinado a sueldo, a dólar, a divisa.

Como Jesús, por orden del Imperio.
¡Pobre pastor glorioso, abandonado por tus propios hermanos de báculo y de Mesa...!
(Las curias no podían entenderte: ninguna sinagoga bien montada puede entender a Cristo).

Tu pobrería sí te acompañaba, en desespero fiel, pasto y rebaño, a un tiempo, de tu misión profética.

El Pueblo te hizo santo.
La hora de tu Pueblo te consagró en el kairós.
Los pobres te enseñaron a leer el Evangelio.
Como un hermano herido por tanta muerte hermana,
tú sabías llorar, solo, en el Huerto.

Sabías tener miedo, como un hombre en combate.
¡Pero sabías dar a tu palabra, libre, su timbre de campana!

Y supiste beber el doble cáliz del Altar y del Pueblo,
con una sola mano consagrada al servicio.
América Latina ya te ha puesto en su gloria de Bernini
en la espuma-aureola de sus mares,
en el retablo antiguo de los Andes alertos,
en el dosel airado de todas sus florestas,
en la canción de todos sus caminos,
en el calvario nuevo de todas sus prisiones,
de todas sus trincheras,
de todos sus altares...
¡En el ara segura del corazón insomne de sus hijos!

San Romero de América, pastor y mártir nuestro:
¡nadie hará callar tu última homilía!

Pedro Casaldáliga
Sacerdote, obispo, escritor y poeta español, amigo de Mons. Romero y que trabajó muchos años en Brasil.

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